martes, 27 de noviembre de 2012

Mañana de invierno, brisa en verano



Suicidio. Volvía a pensar en el suicidio.



Dio un nuevo trago a la botella de ginebra y dejó vagar su mente por los recuerdos más dolorosos de su historia. La besó. La besó tantas veces como latidos compartieron. Pasó sus manos por su bonita piel, tan blanca como una mañana de invierno, tan suave como la brisa en verano. Pasó sus manos por su cintura, su espalda, sus pechos. Y la besó. La besó como si no hubiese mañana... ni tarde, ni crepúsculo. Recordó su risa, como una campanilla; recordó sus pecas, como pequeñas estrellas de universos desconocidos; recordó sus ojos, como profundos pozos de secretos no revelados. Y recordó cómo era besarla. Y la recordó. Dio un nuevo trago a la botella. Y otro. Y otro. Dejó que el alcohol se mezclase con su profundo dolor y que, entre ambos, lo fuesen envenenando con el deseo de desaparecer. Con el deseo de la muerte, el fin. Lincoln Walsh deseaba morir. Lincoln Walsh volvía a pensar en el suicidio. Rosemary se había ido y él se estaba dejando llevar; había comenzado el principio del fin. Su fin.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Nunca lo olvides, Lincoln




[...] Lincoln, tranquilo. Aunque ahora las cosas no parecen muy esperanzadoras, superaremos esto. Somos tú y yo. Somos nuestra isla. Y, como siempre te he susurrado, en nuestra isla ellos no existen. Lincoln, no llores, no llores. Estoy aquí. Todo saldrá bien. Ya hemos estado peor y hemos podido con ello. Lo volveremos a hacer, podremos con esto. Podremos, juntos. Yo soy fuerte, ya lo sabes. Soy una luchadora. Como te dije a los pocos días de conocernos, yo soy un fénix. No llores, por favor, todo saldrá bien. Pronto resurgiré de mis cenizas. Pronto. No te preocupes. Estamos juntos, siempre estaremos juntos. Te quiero más de lo que nunca he querido a nadie y siempre estaré a tu lado. Siempre te querré. Lincoln, no llores, pronto recuperaré mi energía y podremos volver a estar bien. Tranquilo, Lincoln, todo saldrá bien.

Nunca olvides que te amo con todo mi corazón,


Rosemary


Con manos temblorosas, Lincoln Walsh sostuvo la carta de Rosemary y la besó. Mientras cerraba los ojos y las lágrimas se deslizaban por sus ojeras y por sus mejillas, besó la carta que Rosemary le había escrito antes de morir.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Escritos y té

Podría escribirte tantas cosas. Tantas palabras, tantos silencios.
Escribirte, por ejemplo, historias.
Describirte, por ejemplo, besos.
Escribirte, por ejemplo, pensamientos.
Describirte, por ejemplo, sentimientos.


Escribirte, por ejemplo... cartas.


Escribir.te

viernes, 23 de noviembre de 2012

Desde la música al café


Como te dije hace tiempo, cuando me preguntaste, tú eres una canción en acústico. Más personal, más profunda, más sentimental que cualquier versión remasterizada o retocada en un estudio. Tú eres más... tú.

Si yo tuviera que asociar una canción con mi persona, sin lugar a dudas sería Creep de Radiohead. Aunque ellos me gustan, no son mis preferidos (y hubo un momento, días atrás, que pensé que hasta los odiaría por motivosmás sentimentales que musicales, pero no voy a profundizar en ese tema). 
... Y sin embargo, yo soy CreepCada palabra, cada pensamiento.





Pero, como no todo es tan sencillo, no sólo soy Creep.


{ . . . }


¿Qué (más) soy yo?



Sé que no hay misterio sin enigma, pero en este caso te puedo asegurar que me reconozco en tres canciones. Me reconozco o lo deseo. Lo pienso o lo siento. Cabeza o corazón. Sentimiento.

Si me preguntaras en alguna de nuestras noches a medias, 
de susurros y ronroneos, 
de luces y sombras, 
de ti y de mí,
de nosotros
...
 te podría decir que soy tanto 
una  flor como un huracán.


Y sí, acabo de decirte el título de las otras dos canciones que son más parte de mí que las demás.

Tengo tantas ganas de desayunarte que podría renunciar al café para siempre con tal de que fueras  al que asociase mis mañanas, mis tardes y mis noches.
(Porque soy de las que piensa que se puede desayunar a cualquier hora del día)



Ven.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Lo incorrecto y lo cobarde





La vida de las redes sociales o la vida en las redes sociales. 
Lo políticamente correcto, lo incorrecto y lo cobarde. 
Lo feo. Lo bonito. 
La vida, ¿no? 
¡JA!

Al igual que twitter te avisa del follow, twitter debería avisar del unfollow.
Y, por supuesto, debería avisar del bloqueo.

Te voy a contar una historia: hace mucho tiempo (, en una galaxia muy, muy lejana...) (, vale, quizá no tanto tiempo), conocí a una persona. Comenzamos a hablar, jijí, jajá, nada reseñable. Nos caíamos bien, o eso creo que nos pasaba por aquel entonces, y todo era normal.
Hasta el día en que, por una serie de catastróficas desdichas, nos enfadamos. 
Sigue siendo normal, aunque menos bonito. 

¿Que si yo gruñí mucho hacia su persona desde entonces? 
Sí.

 ¿Que si a veces me planteo que quizá en alguna situación podríamos reconducir la relación? 
Antes no mucho, pero ahora digamos que sí.


Fue, dentro de lo malo y el drama y las palabras menos bonitas y algún lloriqueo escondido tras la pantalla, normal y valiente. La riña entre dos personas y la eliminación por parte de ambas de la otra parte.  Una especie de "eres tonto y te odio y te borro de mi FB".
¿Muy maduro? Quizá no, pero sí fue abiertamente sincero. 
Ambos sabíamos lo que había y por qué lo había. 
(aunque ahora yo no recuerdo por qué nos enfadamos)
(sólo ciertos momentos estúpidos por ambas partes)

¡Hasta la vista, beib!
(Que te jodan)
(o algo así, no es bonito escribir cosas así)


Quizá por Blake, la educación que me dieron, el caos emotivo-racional que me domina o que soy Gryffindor (andamiraquetontaquehabladeHarryPotter, pues sí, ¿algún problema?), no me gusta la gente falsa, la gente hipócrita. La gente que te sonríe a la cara (que te doy, ¿miedo?) y te martiriza de todas las formas posibles, consciente y reiterativamente.

Por eso creo que twitter debería de avisar del unfollow, y en especial, del bloqueo.
Porque existe gente falsa y gente cobarde. Y yo no quiero sentirme mal por culpa de esa gente.
Porque si me dices que te sientes mal porque... yo qué sé, Gandhi no te invitó a su fiesta de cumpleaños, vale. Es normal que te sientas mal: es Gandhi, es su cumpleaños y no te invitó.

Pero sentirse mal cuando hasta puedes tirar piedras (porque sigo pensado qué carajo de culpa tengo yo para tú reacción de adolescente con pocas luces) y por alguien como tú... Eso es muy mal.

Lo políticamente correcto por lo general (aunque no le niego cierta utilidad en casos concretos) me da alergia y mi interior comienza a chispear, pero la cobardía de esa clase me pone del revés.

Podría seguir diciendo que además de cobarde utiliza problemas reales, verdaderos, personales y graves para intentar llevarse a alguien a la cama; pero eso me parece tan horrible que hasta me da un ush escribirlo detalladamente. No lo vuelvas a hacer, por favor, es patético, de verdad. Ush.

Podría escribir que no sólo es una persona falsa hacia sus (cuidado con la palabra que viene ahora) "enemigos" (jajaja, me parto), sino que también es una mentirosa patológica con la gente que aprecia (o que dice que aprecia) (o que... ay como dueles) (o... que pena dormir sola esta noche) (cómo era aquello de que... se esforzaba por escribirle a él. Pues debes de ser la persona que más se esfuerza del mundo mundial, porque mon Dieu oh la la).







(Creo que a esto aún le faltan unas palabras pero ahora no me apetece seguir escribiendo)







Lo que más me jode es que me sonrió a la cara.
Y yo creí que su sonrisa era de verdad.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Rhapsodia de heridas y lametazos



.
(Esta historia es ficticia. Cualquier semejanza con personas o situaciones no es más que fruto de una traviesa casualidad.)


No me hagas daño. Ni del verdad ni del de mentira. No me hagas daño.


Las flores que tengo sobre la cabeza no son rosas, sino tulipanes.
Tampoco las tengo sobre la cabeza, sino sobre el corazón.
Pero las palabras son más o menos las mismas:
"don't make me sad,
don't make me cry."





Porque a la hora de luchar... soy pacifista.
O, más bien, escapista.


Los lobos dicen que muestran ternura al morder y yo sé aullar.
También puedo echar a correr si alguna oveja intenta atacarme.
Y cuando digo oveja no digo oveja, ni me refiero a ti.
No sé si puedo competir, sé que no quiero hacerlo.


Siempre hay dos bandos. Siempre hay dos bandos.
Dime si estás en el que estoy yo.
Siempre hay dos bandos. Siempre hay dos bandos.
Uno el vencido y otro el vencedor.


Y no quiero ser la última en la fiesta,
quiero que, cuando termine, nos vayamos juntos de la mano.
Pero si el tiempo y la distancia es brutal, lo son más las dudas o las otras palabras.


Tú me susurras lo que me susurras,
(todos esos sonidos bonitos y todos esos silencios que besan)
pero ¡ay! que yo sigo el método científico.


Y me gusta observar.
Y las palabras se dejan mirar.


Y me gusta experimentar.
Y los silencios dejan que me concentre mejor.


Y si el valor se labra en el camino del miedo,
por mucho que me abrigue, en algunos paseos siento frío.


Confesaré que la inseguridad, al igual que algún lunar, se me pegó hace tiempo a la piel.
¿Sabes tú cómo borrarla? No es una agradable compañera de piso, no miento.
Porque , yo no miento.
Aunque...
a veces callo.
.
.
.
Y esos silencios no son más que caídas.
(¡engañosa ortografía!)




También puedo decirte, aunque supongo que ya lo sabrás, que soy tan olvidadiza como patosa.
Y que me gusta no tropezar. O que evites mis caídas.
Y que me gusta que me recuerden para qué sirve el verbo afectar.
O,
más bien,
cómo se conjuga
(contigo).



No olvides recordarme que,
salvando el afecto,
(y pese al riesgo)
"Me afectas, Nana."


En cuestión de caídas libres...
mejor contigo.

martes, 20 de noviembre de 2012

The Letter II



Aquí, en el infinitoel agua está helada si  no estás conmigo. Las campanas azules me desarman y yo no paro de llorarTe echo de menos y no sé dónde he dejado mi menteContigo. Siempre contigo. Echo de menos a tu cafetera y como me preparabas una taza más de café. En esas nochescara a cara, tanto podíamos montar una revolución, como podíamos dejar que se escapara algún susurro.
Por la noche, te pienso y sólo espero el nuevo nacimiento de otro día soleado para volver a verte, para volver asentirte. Dirás que los chicos no lloran, sólo los ríos. Dirás que los soldados son fuertes, que... pero yo no soy un robotLas noches se hacen interminables sin ti,  eres la catástrofe y la curaSin ti estoy perdida, sin ti me siento enferma.
No me detengas ahoradisfruta este silencio secretonadie puede vernos. Por ti compraría 99 globos rojos y, como si fuésemos dos pájaros, volaríamos, así que no estés gris.
Aunque yo sólo sea azul, juntos, pese a ser diferentes, podemos ser invencibles...

domingo, 18 de noviembre de 2012

Cartas a Queridos Desconocido (1)



Querido Desconocido,

Espero no importunarte con esta misiva pero he visto como tus ojos curiosos pedían una historia. Y aquí estoy yo, despeinada y con sueño, tomando un café con sabor a avellana, escuchando música muy suave y escribiéndote. Exacto, mi mente ahora misma es tuya.

Historias tengo muchas: inventadas y reales, azules y grises, de gritar en montañas rusas o de susurrar en la cama. Tengo historias bonitas y otras más feas. Algunas tienen final triste, otras final feliz. Muchas están sin terminar. Otras ni han comenzado. Hay historias para reír, para sentir, para llorar, para vivir. Algunas dan ganas de echar a correr, otras de acercarse un centímetro más. Tengo historias de magos, de dragones, de cohetes tan especiales como espaciales. Hay historias de besos, de viajes, de mordiscos. Algunas hasta arañan. Hay historias buenas y otras malas.

Pero...

Hoy te voy a contar una historia tan ficticia y tan real como la necesidad de respirar. ¿Estás preparado? Yo ahora mismo suspiro. Sí, esta historia empieza con un suspiro. Porque es una historia del corazón y porque es una historia que me hace temblar y porque es una historia azul. Y porque bombea sentimientos, especialmente por eso suspiro.

Hace tiempo pensaba que los icebergs se formaban en mi corazón y después de extraviaban y terminaban en los polos. Que los pingüinos me escribían cartas de agradecimiento por crearles un hogar con sentimientos congelados. No sé muy bien por qué lo pensaba, ya que esas cartas nunca llegaron. Aún así, las sensaciones profundas eran, para mí, tan anheladas como inexistentes. Era de hielo. No era mala, ni ruin, ni una persona triste. Simplemente era de hielo. Simplemente me faltaba una primavera emocional.

Me faltaba...

... hasta que conocí el sol.

El sol y su calor. Tan suave, tan delicado, tan agradable. Una mirada y algo cambió.

¡Uy! ¡Pero qué tarde es! ¿Has visto la hora? Exacto, mejor será que esta carta descubra su final ya. Espero que tus sueños te traten bien y sean azules. Pronto volveré a escribirte.

No me olvides.



Atentamente,

Nana

sábado, 17 de noviembre de 2012

Presentaciones II



Sigo siendo Nana pero ahora también soy un fantasma que se pinta los labios de azul mientras está en casa. Siendo un pájaro eléctrico, veo lunas asesinas y pido ayudaMe infecto y al creer que nacemos para morirlloro;la parca me asustaMe arreglo y creo que lo único necesario es el amor. Por las carreteras, veo a gente extraña. A veces me enfado y a veces soy dulce. Cuando miro el infinito, el universo infinito, veo superestrellas y veomariposas y huracanes. Pienso en Dios y pienso en el Diablo y me pregunto si no sería más sencillo una vida de gusano. Aunque a veces siento una tristeza infinita, ya no estoy ciega a los colores. He aprendido lo que comen la gente como yo y pese a que he perdido mi religiónpuedes llamarme.
Mis ojos finalmente han encontrado la palabra que mejor me describe.
Y, por supuesto, sigo buscando esa chispa.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Capítulo tres sin terminar



CAPÍTULO 3: (DON’T FEAR) THE REAPER

All our times have come,
here but now they're gone.
Seasons don't fear the Reaper,
nor do the wind, the sun or the rain.
So come on baby, (Don't Fear) The Reaper.


Lincoln no estaba preparado para eso, no debió de haber sobrevivido a aquello.

Todavía con los ojos a cuadros y el rostro desencajado, vio como Pete se lanzaba contra Nick de nuevo. Pero lo peor llegó después. Y fue peor, mucho peor. Con unos movimientos rápidos y certeros, Nick evitó el golpe de su atacante y, a su vez, le propinó uno con tanta fuerza que lo dejó en el suelo. Lincoln Walsh juraría que escuchó un “crack” cuando el chico cayó de espaldas. No volvería a levantarse. Apenas había tirado al chico, Nick dirigió la mirada hacia Charlie y abrió la boca como un depredador, gotitas de sangre danzaron a su alrededor. Mientras Lincoln se agachaba junto a Pete, escuchó como las chicas se alejaban corriendo entre gritos y como tanto Charlie como Nick caía al suelo y rodaban barranco abajo.

- ¡Pete! Pete, ¿estás bien? ¿Me oyes? ¡Dime algo, venga chico! – Lincoln tuvo que hacer serios esfuerzos para contener las náuseas mientras la vida del pequeño Peter se le resbalaba entre las manos. – Quédate conmigo.

Aquello no podía estar pasando. Peter se vio borroso a través de las lágrimas que derramaban sus ojos. Peter se oía lejano, mientras los gritos lo inundaban todo. Lincoln se sentía completamente perdido.
Peter lo miró con tanta intensidad que Lincoln Walsh notó como su alma se quedaba desnuda y su fuerza desaparecía. La mirada del chico estaba llena de temor y su carita estaba tan blanca… Lincoln se sentía mareado.

- Lin-Lincoln… tengo miedo – pese a que Lincoln le agarraba la mano con fuerza, como si con ese gesto pudiese darle toda la fuerza que él mismo tenía, lo único que le devolvía la fuerza era la mirada de Pete. – Lincoln… él mató a Marjorie.

El cuerpo de Pete, entre sus brazos, comenzó a temblar. O eran sus brazos los que temblaban. No lo tenía claro.Marjorie…. Lincoln se tragó las lágrimas como si fuesen un whisky solo y le ofreció toda su entereza. Por eso Pete estaba furioso, Nick había matado a su hermanita.

- Tranquilo, Pete. Todo se va a solucionar – Lincoln era consciente de que lo que decía era mentira, al igual que Pete. – Todo saldrá bien.

- Todo saldrá bien…. – Pete repetía la mentira de Lincoln mientras los ojos se le iban cerrando, se estaba muriendo.

Los últimos momentos de la vida de Peter duraron una eternidad para Lincoln. Como en una mal sueño observó cada pestañeo del chico, temiendo que fuese el último. La imagen que le perseguiría toda la vida estaba llena de momentos borrosos y momentos nítidos, cuando las lágrimas se agolpaban en sus ojos y cuando resbalaban por su mejillas. Un abanico de sensaciones pasearon por su mente. Lincoln Walsh se sintió profundamente cansado, mareado y furioso. Lincoln Walsh notó como el terror más profundo llenaba su corazón y como un viento gélido de muerte apagaba la más mínima llama de esperanza. Era como vivir alimentándose de pesadillas. Fue un infierno y un limbo. A veces notaba la mente tan vacía que sentía como si la muerte también lo arrastrase a él. A veces notaba una furia tan profunda que sentía que podría con cualquier cosa.



Finalmente, Pete murió.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Personas, tiritas, palabras




- ¿Vainilla?


En ese momento me quedé prendada de las avellanas que tenías por ojos y detuve el tiempo a mí alrededor.Suspiré sin que te dieras cuenta.

En varias ocasiones me habías hablado sobre las personas rotas y sobre las tiritas. En algunas de nuestras muchas conversaciones mencionaste como muchas veces las personas se rompen... o son rotas por otras personas. Tú me hablabas del sentimiento de desconsuelo que acompaña a un final trágico de sentimientos que fueron, en algún momento, azules. Yo, que no estaba acostumbrada a sentir, sólo escuchaba. Yo sólo te escuchaba. Tú me contabas como lo único que le quedaba a esa persona rota era encontrar a otra que la pudiese reparar, que la pudiese volver a soldar; lo único que le quedaba a esa persona era encontrar una tirita.

Yo, al principio, no reparé en que no hablabas de las personas, sino que hablabas de ti. Tú eras la persona rota. Yo, al principio, no reparé en mi papel. ¿Soy yo una tirita?

Al parar el tiempo, me di un momento a mí misma para pensar fríamente sin que tu voz me ofreciese un calor difícil de rechazar. Al parar el tiempo pensé en mí, no sólo en ti. Pensé en mí y pensé en las tiritas. Pensé en ti y pensé en la gente rota. Pensé en mi frío y en tu calor.

Y, entonces, me di cuenta de que no me importaba.

Si no era más que la tirita que necesitabas en ese momento no me importaba demasiado. Nuestras canciones se llevaban bien y todavía nos quedaban un par de libros por compartir. El hecho de que fuese sólo una tirita oademás una tirita no me importaba realmente.
Fuese lo que fuese, sería.



- ¿Vainilla?
- ...
- ...
- Estoy aquí.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

7+1



En clase nos enseñan que hay siete tipos de dolor.
Yo creo que hay ocho.
Uno de ellos...
eres .

martes, 13 de noviembre de 2012

(pseudo)Filosofía de la música o alguna estupidez del estilo


.


.

- Hay más colores.
- ¿Cómo?
- Hay más colores.
- Ah. Ya.




Es raro cuando encuentras al vidente que escribió tu vida antes de que tú pudieras vivirla. Es raro y, sin embargo,embriagador. Pruebas cada una de sus canciones muy despacio, como si temieras lo que ellas te ofrecerán después, en el mundo real. Las guitarras son las que bombean tu sangre y la batería te da la fortaleza necesaria para enfrentarte a tus demonios. El bajo, bueno, siempre he sido de la opinión de que el bajo es tan misteriocomo profundo. Ya me entiendes, ¿no? dum dum dum.

Comienzas a confeccionar el mapa de tus sentimientos como si fuera el mural de tu vida. "Sí, tienes razón, es exactamente así. Gracias por expresar tan bien lo que pienso. Das música a todo lo que siento."

Y, de pronto, te encuentras en el desiertoTu desierto particular. Todo lo que respiras son ellosCompartesdesde la razón hasta la cama y crees que terminarás ahogándote en tu propia sangre. O en tus propias ideas, que, básicamente, es lo mismo. Te defines como Heroica y Perdida y pruebas sus drogas. O sus canciones. O las canciones que hicieron con las drogas. O las drogas que hicieron con las canciones. O... Creo que he perdido la brújula y no hay estrella polar que me indique el camino. Si hablamos del camino correcto....en fin, creo que me tomaré otra copa.




Cuando la unión es tan fuerte como poderosatu propia vida se alimenta de ti. Crees que perderás (más) la razón. Crees que estás completamente sola, completamente perdida. Y lo estás.

Ellos pintan tu vida, la acariñan y la acunan. Ellos pintan tus relaciones y tus lágrimas pero ellos... ellos son uncolor. Desde luego, son tu maldito color pero, jaun color no te llega. Así que buscas. Escuchas voces lejanas y te aproximas lentamente. Te aproximas y el encanto inicial desaparece "sólo me ofreces eso?". La novedad sienta bien pero la profundidad, la complejidad, es lo que tu corazón quiere. Es de lo que tus sentidos se alimentan. Así que vuelves a buscar.

Y buscas.

Y buscas.

Estás tan ofuscada como desencantada y todo lo ves a través de un cristal gris. Sólo ves grisCanciones que te rozan la pielvoces que te guiñan un ojoletras que intentan seducirte. Y tú sólo ves gris. Gris. Gris. Gris. "Yo quiero azul." Tu propia perdición, ellos, te animan a que descubras nuevos motivos para perder la cabeza y tú quieres... Pero no puedes. No sabes. Todo es gris.

Cuando ya crees que tu capacidad para descubrir sonidos nuevos está rota y nunca más podrás repararlo niperderte en la mente de otros... De pronto (y sin avisar), llegan los sonidos.


Y, de pronto, aparecen los colores.




lunes, 12 de noviembre de 2012

domingo, 11 de noviembre de 2012

No...



Cuando llegué a casa, muerta de frío, tú todavía no habías llegado. Me saqué los zapatos mientras me quedaba siete centímetros más cerca del suelo. Con las manos congeladas y la nariz roja fui a la cocina. La casa estaba fría y tú no estabas. Estornudé. Miré el reloj, tú ya deberías haber vuelto, mientras me tomaba una pastilla para el dolor de cabeza. Puse tres galletas en un platito y me serví un vaso de leche, ahora sólo me faltabas tú. Fue entonces cuando lo vi. El bote de café estaba abierto, abierto y vacío. Fue entonces cuando escuché como algo se rompía. Por mi mente pasaron todos nuestras risas y todos nuestros cafés. Los besos, los bailes y todas las fotografías. Todas nuestras fotografías. Y por mi mente también pasó tu cara pecosa y tu sonrisa. Y el momento en que me habías prometido que tú comprarías el café. Y también aquel, en la playa, en el que me dijiste que me querrías para siempre. No sé si fue el sol de invierno, demasiado perezoso para brillar, que se escondió o que mis ojos perdieron la luz. La casa, de pronto, se quedó gris. Escuché como movías las llaves tras la puerta y me acerqué al recibidor con la sangre congelada en mis vasos sanguíneos. Con el corazón paralizado, te recibí.


- Hola, brujita - me dijiste sin mirarme siquiera, liado con el móvil y las llaves como estabas. El nudo que tenía en la garganta me impedía hablar.

Fue entonces cuando me miraste. Fue entonces cuando te miré sin parpadear. Supiste al momento que algo iba mal. Supiste que lo sabía.

- No hay café... - te susurré con voz trémula mientras tú parecías haber recordado algo importante. Te quedaste callado sin contestar. Yo seguía el camino que habían recorrido tus pensamientos desde que habías llegado a casa. Y mucho antes. Los dos lo sabíamos pero nadie hablaba.

El silencio nos mordió a los dos y me sentí palidecer muy despacio. Tus ojos avellana me miraban y yo sólo pensaba en el café. En el café y en ti.

- ¿Ya no me quieres? - me atreví a preguntar, finalmente. Nunca me había gustado verte triste y ahora parecías a punto de romperte. Me permití perder la cabeza en tus labios un momento pero pronto volví a ti, nuestros besos se habían roto.

- No...

sábado, 10 de noviembre de 2012

En venta



El jefe de los bomberos me ha contado que Clarisse ha sido atropellada por un coche y ha muerto. Y ahora es cuando me siento a pensar e imagino que las cosas son distintas. Creo que, en parte, Ray y yo tenemos cosas en común. Los pensamientos sobre la velocidad y el desapego de las personas son temas que nos inducen sentimientos confusos. Pero no voy a hablar de él ni de ella, sino que voy a hablar de mí.
No tengo claro si las palabras van en el orden correcto y, por supuesto, no voy a hablar de mis tetas. Se me da tan mal la gente como la escritura pero escucho música deprimente y simulo (o disimulo) sentimientos que me son extraños.
Ofrezco tanto malos textos como malos dibujos.Sé lo que comen las brujas. No sé hacer chistes ni contarlos. Estornudo demasiado y siempre tengo frío. Ofrezco caramelos. Casi siempre pongo las tildes en el sitio correcto.
Leche, galletas y a ti.

viernes, 9 de noviembre de 2012

¡A por ti!



- .... ¡A por ti! - exclamó de pronto y todos gritaron y rieron con ganas. Aquellos niños eran el público favorito de la bruja. Siempre escuchaban atentamente sus historias y después siempre le dejaban una cajita de galletas cerca de la entrada. Ellos intentaban disimular para que el regalo de cada semana fuese una sorpresa y ella siempre buscaba una excusa para no darse cuenta de nada.

Cuando la bruja se levantó en busca de Dante, su gato, los chicos se levantaron corriendo y, a carreras, llegaron a la entrada de la casa de la bruja. Dejaron la cajita de galletas de canela y cogieron las bicis, en un momento estaban calle abajo recordando los momentos más emocionantes de la historia de hoy.

Mientras la bruja se servía un vaso de agua y los veía alejarse a través de la ventana, se encogió de hombros y negó con la cabeza. Debería haber sido escritora de cuentos infantiles, le habría ido mucho mejor.

Después de hidratarse, cada vez le costaba más enfatizar los momentos oscuros de las historias que contaba, fue a la nevera a por una botella de leche. Cogió una tacita de porcelana y echó en ella la leche. Con un poco de esfuerzo se agachó y la dejó en el suelo. Apoyándose en la encimera volvió a incorporarse y fue hasta la entrada.

Suspiró al ver el presente.

Dejando pasar el tiempo a través de su cuerpo, la bruja terminó las tareas de aquella tarde y calcetó unos centímetros más de la bufanda roja que estaba haciendo. Después, puso la radio y comenzó a preparar la cena. Como el gato, ella cenaba todas las noches lo mismo: un vasito de leche y tres galletas.

Mientras escuchaba un tema de Chuck Berry, subió a su cuarto y después de encender la luz y bajar las persianas, se sacó los zapatos. Pese a que toda su vida había usado tacones, ahora comenzaban a molestarle con más frecuencia. Los años le pesaban desde hacía años.

- Y dime cariño, ¿cuándo volveremos a vernos? - dijo la bruja a la habitación vacía.

Con las zapatillas puestas, un cuaderno bajo el brazo y un chal sobre los hombros, volvió a bajar las escaleras. Había dejado la cena a medias y Dante no era demasiado paciente. Si no bajaba pronto el gato se lo comería todo.

Fue entonces cuando lo vio. Fue entonces cuando comenzó a sollozar débilmente. Una de las cortinas de su bonito salón se había desprendido y ahora colgaba como un muerto. La bruja se quedó quieta mientras la música, cargada de palabras secretas, la envolvía suavemente.

- Anoche te vi. ¿Vienes a por mi, corazón? - susurró, una vez calmada, a la estancia vacía.

Sus manos cargadas de años y arrugas dejaron el diario sobre la mesa y, temblorosas, cogieron un pañuelo. Lentamente fue limpiando los caminos que habían dejado sus lágrimas.

Cuando se sentó, abrió el pequeño diario de cubierta escarlata y páginas blancas. Suspiró. En la hoja que estaba marcada por un pedacito de raso rojo sólo había una fecha escrita con tinta negra y caligrafía elaborada. La mano de la bruja tembló mientras recorría las letras que estaban escritas como si fueran los labios de un antiguo amante.

- Estoy lista. Estoy lista para irme contigo.

- ¿Aunque tengamos que pasar una temporada en el Infierno? - tras las palabras graves que respondieron a la bruja, hubo el silencio. Y, tras el silencio, hubo lágrimas. La anciana bruja lloraba y lloraba y lloraba mientras la voz callaba y la pregunta danzaba en el aire.

La sonrisa de la bruja, una vez las lágrimas cesaron, era pausaba y verdadera. Su rostro era el rostro de la felicidad más absoluta y su sonrisa, pese a estar enmarcada en un mar de arrugas y años, era la sonrisa más bonita del mundo.

- Llevo mucho tiempo esperándote, amor mío. Ahora podré estar en paz contigo. ¿Qué importa que sea el Cielo? ¿Qué importa que sea en el Infierno? ¿Qué importa que yo sea bruja?

- Brujita...

- Tengo leche, tengo galletas y, ahora, por fin, te tengo a ti.

La bruja, con el diario bajo el brazo, y el recuerdo de su esposo fallecido subieron de la mano al dormitorio. Ella se sacó las zapatillas y se tumbó en la cama. Cerró los ojos mientras notaba como su esposo se tumbaba a su lado.

- Buenas noches, ahora mismo vuelvo a besarte.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Maldito





.

" La imaginación no es un estado: es la existencia humana en sí misma."



Maldito poeta. Maldito pintor. Maldito grabador. Maldito místico. Maldito religioso. Maldito inglés. Maldito genio. Maldito tigre. Maldito reloj. Maldita flor. Maldita arena. Malditos provebios. Maldito infierno.
Maldita tumba sin nombre.
Maldito tú.

Quizá podría haber sido fácil ser completamente feliz y no sentirme - a cada paso, con cada respirar - un fraude, si no fueras tú quien escribió la Verdad con mayúscula.

"La Verdad no puede ser entendida sin ser creída."

Sí, pero...
¿Dónde está esa Verdad?


Maldito seas, William Blake.

Y maldito sea mi
- caótico, condicional, irracional, verdadero, profundo, perdido, extraño -
amor por ti.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

martes, 6 de noviembre de 2012

El Babel (2) - Livingstone



Livingstone no era doctor, sólo sombrío. Durante su juventud había sido un chico aplicado, sensato y estudioso. Tras mucho sufrimiento y esfuerzo había conseguido entrar en la universidad con una beca para formarse como médico. Hijo de unos padres orgullosos y humildes, había dejado su pequeño pueblo natal y la empresa familiar para salvar vidas. Para salvar vidas y ganar dinero, claro.


La historia de Livingstone podría ser como tantas otras historias con moraleja, si te esfuerzas y trabajas duro puedes conseguir lo que deseas. Pero esta no es la historia de Livingstone. Livingstone no era doctor, sólo sombrío.

Cada vez que recordaba sus primeros meses en la universidad, Livingstone notaba como sus antepasados - hechos fantasmas de rostros pálidos - comenzaban a mordisquearle las entrañas. Cada vez que recordaba sus segundos meses en la universidad, crecía en Livingstone la necesidad imperiosa de comprar una pistola y volarse la tapa de los sesos. Por eso Livingstone no solía pensar mucho en el pasado.

Las veces en las que lo hacía, botella en mano y alcohol en vena, siempre recordaba el momento de su caída. Si alguien le hubiese preguntado, él le habría relatado el momento exacto en el que sentenció su destino. Lo recordaba perfectamente. Livingstone recordaba cada instante, cada color, cada sonido. El momento en que decidió comenzar a morir fue en el que escuchó su risa.

Como todos los estudiantes de Medicina de corazón inquieto y alma curiosa, Livingstone había ido al bar donde se decía que el fundador de la Universidad - médico también - había escrito su famoso manifiesto sobre anatomía patológica que ahora se veneraba como si de un libro sagrado se tratara. Toda una institución.

El día en el que por fin se había decidido a ir llovía. Tras salir de clase y despedirse de sus nuevos amigos con una mala excusa - Livingstone no sabía por qué pero quería ir solo al famoso local - emprendió el camino empedrado intentando no perderse. Cuando llegó, totalmente empapado, se detuvo ante la puerta. El día era gris y su gabardina estaba manchada. Sus manos, entre blancas y rojas por el frío, sujetaban con esfuerzo su maletín. Se sintió perdido, indigno. Había esperado tanto para entrar en aquel bar que ahora veía como todo su ser era un deshecho. Estuvo mucho tiempo frente al local pensando si debía entrar o no, sintiendo como su corazón se asustaba ante la posibilidad de que le denegasen el acceso por no ir con ropa adecuada. Estornudó. Livingstone dio media vuelta y comenzó a alejarse, cabizbajo.

Mientras miles de pensamientos taciturnos cruzaban su mente, sus pasos lo alejaban de su destino. Tan ensimismado estaba en su propia persona que no vio el charco que tenía en su camino, Livingstone lanzó una maldición.

Fue entonces cuando escuchó su risa clara, transparente. Fue entonces cuando todo comenzó a ir mal. Mientras la lluvia jugaban con su pelo y su ropa, Livingstone levantó la cabeza buscando al ángel dueño de aquella risa. Cuando descubrió sus labios rojos creyó que estaba muerto. Nada, ni en un millón de años, se podía comparar con lo que su corazón sintió cuando vio esos labios perfectamente pintados. Suspiró.

Un ángel de cabellos caobas y sonrisa infinita lo había rescatado de sus turbios pensamientos cuando su propia torpeza hizo estallar una risa de nieve y cristal. Ella se le había acercado y lo había cobijado bajo su paragüas. Qué bonita era. Si le hubiesen preguntando años después, con la batería de sinónimos que había comprado a través de sus años y sus decepciones, podría enumerar y adjetivar para peca y cada olor. Era como una mañana clara de invierno y un volcán de sensualidad. Era perfecta.

Livingstone, como hombre de ciencia que era, nunca había creído en nada que no pudiese ver y tocar, estudiar y comprender. Livingstone nunca había creído en nada... hasta que la conoció. Recordaba cada palabra y cada sonrisa, como traviesas gotas de lluvia jugaban con su bonito cabello y su abrigo entallado. Livingstone recordaba la delicadeza de su cuello, sus piernas y el tacto de sus guantes de lunares. Livingstone pensó que había muerto y resucitado. Livingstone estaba en lo cierto. Livingstone estaba equivocado.

En aquel momento de lluvia y amor no había muerto, tampoco había resucitado. En aquel momento de rojo y lavanda había comenzado a morir.

Livingstone se pregunta cada noche qué habría sucedido con su vida maldita si aquel día no hubiese dado media vuelta, si hubiese entrado en el bar nada más llegar. ¿La habría conocido? ¿Habría pactado con el demonio un destino de desesperanza y tristeza a cambio de sus labios? ¿Habría conocido la felicidad más extrema? ¿El dolor más profundo?


Si alguien le hubiese preguntado, él le habría relatado el momento exacto en el que sentenció su destino. Lo recordaba perfectamente. Pero ya nadie preguntaba nada a Livingstone y él no podía hacer otra cosa que seguir bebiendo para acallar a los demonios que susurraban su fracaso, su vida.


lunes, 5 de noviembre de 2012

El Babel (1) - Stanley



El bar era como todos los bares de aquella zona: mugriento, pequeño, oscuro y triste, pero se llamaba Babel. El bar estaba habitado - si es que los bares pueden sufrir semejante verbo - por los mismos personajes que habitaban los bares similares: borrachos pobres, borrachos feos y borrachos sucios, pero se llamaba Babel.

A Stanley, escritor en paro desde hacía años, le había parecido apropiado para sufrir su agonía. A él iba cada noche con un cuaderno viejo - cuyas hojas estaban ya amarillentas y, en ocasiones, sucias por los bordes -, el periódico del día y su tristeza infinita.

Stanley siempre empezaba con lo mismo, un café irlandés. Antes de independizarse y buscar las musas en las noches bohemias que ahora lo torturaban durante las mañanas, había sido un chico de bien, de los que madrugaban y siempre desayunaban café solo. Pese a que ahora ya ni era de bien ni madrugaba, conservaba el café en su vida.

Así pues, Stanley comenzaba su día mientras todos los demás comenzaban sus noches. Y lo hacía siempre con su mirada gris cargaba de tristeza y desesperanza. Y lo hacía siempre con un café irlandés y el periódico. Y lo hacía siempre solo. Stanley estaba solo.

Stanley había perdido familia, amigos y fortuna por amor y, después, había perdido el amor. Stanley había renunciado a todo por ella y ella se había ido con otro. Stanley había perdido el amor o, como él decía, se lo habían robado. Ahora simplemente se dejaba perder. Cada noche se dejaba perder y se encontraba con el alcohol y cada mañana se obligaba a encontrarse y se perdía con/en la resaca.

Por eso se recluía en aquel bar de nombre tentador. Para Stanley, su vida era una torre hecha de palabras. Para Stanley, todo era gris. El Babel, también gris, le parecía un buen lugar para ahogar sus penas... y sus palabras.

Muchas veces había pensado en el suicidio, algo normal como escritor torturado que era, pero nunca le había tentado lo suficiente. En sus reflexiones de alcohol y papel se decía a sí mismo que era un adicto al dolor. Había sufrido tan intensamente que ahora el dolor era parte de su vida y ya no imaginaba un mundo sin él. Y sin mundo, no hay dolor. Stanley ya no pensaba en el suicidio.

Stanley siempre empezaba con un café irlandés. Entraba en aquel lugar de tonos ocre tras dejar la fría y húmeda calle y dejaba el paraguas cerca de la puerta. Mientras se quitaba la raída gabardina - más sucia que limpia - y caminaba absorto en sus pensamientos, sin mirar siquiera al camarero, pedía la primera consumición de la noche.

Como cada noche que entraba en el Babel, temía que su sitio en la esquina, bajo una de las pocas lámparas que iluminaba el local, estuviese ocupado. Y como cada noche, suspiraba de alivio al verlo tan deshabitado como su alma.




(Continuará...?)