martes, 27 de noviembre de 2012

Mañana de invierno, brisa en verano



Suicidio. Volvía a pensar en el suicidio.



Dio un nuevo trago a la botella de ginebra y dejó vagar su mente por los recuerdos más dolorosos de su historia. La besó. La besó tantas veces como latidos compartieron. Pasó sus manos por su bonita piel, tan blanca como una mañana de invierno, tan suave como la brisa en verano. Pasó sus manos por su cintura, su espalda, sus pechos. Y la besó. La besó como si no hubiese mañana... ni tarde, ni crepúsculo. Recordó su risa, como una campanilla; recordó sus pecas, como pequeñas estrellas de universos desconocidos; recordó sus ojos, como profundos pozos de secretos no revelados. Y recordó cómo era besarla. Y la recordó. Dio un nuevo trago a la botella. Y otro. Y otro. Dejó que el alcohol se mezclase con su profundo dolor y que, entre ambos, lo fuesen envenenando con el deseo de desaparecer. Con el deseo de la muerte, el fin. Lincoln Walsh deseaba morir. Lincoln Walsh volvía a pensar en el suicidio. Rosemary se había ido y él se estaba dejando llevar; había comenzado el principio del fin. Su fin.

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