sábado, 22 de septiembre de 2012

Despertar



Me ha gustado liberar al monstruo que se ocultaba entre mis deseos y mis miedos. Ha sido como volver a respirar después de haber estado sumergida en un mar de dudas. Ha sido como despertar. Una necesidad más fuerte que las ganas de reír o llorar, más fuerte que sentir o anhelar. Llevo años en una especie de coma de sentimientos y ya he llegado a acostumbrarme a que un cerebro desquiciado por los complejos de niña tonta no deje que mi corazón bombee fuerza o espíritu emprendedor a las célula de mi cuerpo. Esa necesidad de avanzar, esa necesidad de evolucionar. Llevo estancada demasiado tiempo. Darwin no estaría demasiado orgulloso de mí. Donde todo fluye yo soy un estado de referencia. Siempre quieta. Siempre observando, esperando, imaginando. Ya ni siquiera vago entre nebulosas y colisiones cósmicas. Sólo estoy. Sólo quieta. Mis pulsaciones se han reducido hasta ser solamente suficientes para mantenerme con vida pero sin vivir. Allá van los mejores años. Allá han ido y yo no los he visto ni vivido. Voy a dejar mi capacidad de enfadarme y protestar para quien lo merezca de verdad. No me puedo fijar en cada ser desagradable y poco a poco convertirme yo en el peor de todos. No es sano. No puedo permitirme desconectar más de 8 horas al día. Porque entonces ese día se va reduciendo hasta volverse casi invisible. A ser un pequeño lapso entre dos sueños.



Es hora de despertar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario